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Show AHORA DEL UTAH 19 AL-25. DE ABRIL.DE:2012 « *P37 En estos tiempos, la policía hace uso de Facebook para resolver crímenes, ya que sabe que algunos criminales no pueden resistir la tentación de alardear sobre sus actos o mostrar los objetos que han robado. Por ejemplo, Steven Mulhall puede ser fácilmente declarado culpable del robo de una placa de la oficina de un juez. : ya que el susodicho tiene una foto en Facebook posando con la placa robada. Cultura » El amor aimara suele ser desapasionado, pero fuerte en compromiso, según estudios del psicólogo Bismarck Pinto, de la Universidad Católica Boliviana, sobre la atracción, el enamoramiento, el romance, el rapto ritual y el matrimonio en esta cultura rica en rituales. Los almaras viven principalmente en la zona andina boliviana, a unos 4,000 metros de altitud sobre el mar, pero también hay grupos minoritarios en el sur de Perú y en el norte de Chile y Argentina. La forma en que los almaras en edad de casarse se relacionan está llena de juegos de connotaciones simbólicas y ceremonlas antiguas, diferente de lo que ocurre con las. uniones entre mestizos O personas de raíz oc cidental. JAVIER ALIAGA EFE os aimaras del altiplano andino, etnia de origen del Presidente de Boliv- aimaras, conocedoras de que los hombres de su etnia las prefieren rollizas, adoptan posturas para resaltar la barriga por encima de las típicas polleras que visten. Para la mujer aimara es irresistible, sobre todo, un hombre trabajador y con - prestigio social. ia Evo Morales, sucum- ben ante las mujeres rofa bustas y con sobrepeso, y para ellos son más eróticas las pantorrillas que los senos, mientras que para ellas es irresistible, sobre todo, un hombre trabajador y con prestigio social, según el psicólogo Bismarck Pinto. Viven principalmente en la zona andina boliviana, a unos 4,000 metros de altitud sobre el nivel del mar, pero también hay grupos minoritarios en el sur de Perú y en el norte de Chile y Argentina. La forma en que los aimaras en edad de casarse se relacionan está llena de juegos de connotaciones simbólicas y ceremonias antiguas, diferente de lo que ocurre con las uniones entre mestizos O personas de raíz occidental. “Para las mujeres, lo atractivo no es la fortaleza, no son unos ojos lindos o un trasero, como es en el mundo occidental. Las chicas consideran atractivo un hombre trabajador. Mientras sea trabajador y tenga prestigio social, esto es lo máximo”, afirma Pinto. En cambio, los hombres consideran muy atractiva a “una mujer más bien robusta, mejor si es obesa”, añade. | La investigadora británica Alison Spedding, citada por Pinto, dice que las mujeres flacas son vistas con desprecio porque en la cultura andina el principio vital no es la sangre, sino la grasa. Según esa autora, las Belleza igual a prosperidad El antropólogo Wigberto Rivero dice que el “concepto de la belleza de los indígenas está asociado a la prosperidad” y creen que nola tendrán con una mujer flaca, sino con una robusta, preferencia opuesta a la de raíz occidental que rinde culto al cuerpo delgado. “Cuanto una mujer sea más industriosa, sea más habilidosa para desarrollar en ciertas destrezas como el cuidado del hogar, puede ser mucho más apreciada”, añade, por su parte, su colega Carlos Ostermann. En las fiestas folclóricas andinas es notoria la importancia de las aimaras corpulentas, cariñosamente lla- madas “cholitas”, con su sombrero de bombin, elegantes mantas y polleras de colores, bailando junto a jóvenes mestizas O blancas de faldas cortas y escotes. Las polleras sólo dejan ver las pantorillas de las mujeres almaras y, si son gruesas, estimulan el deseo de los hom- bres de esa cultura en la que, por el contrario, los senos no son vistos con sensualidad alguna, porque dicen que su función es amamantar a los bebés. Rapto consentido Los matrimonios están precedidos de diversos rit- en la danza del “wayño”. Cuando los aimaras hablaban de amor, hablaban de enredarse”, dice Pinto, que ve en “waylluña” una connotación sexual que, en su criterio, se esfumó durante la colonia porque los españoles la asociaron al término “jucha”, que significa pecado. En su criterio, en esa época desapareció el concepto indígena de erotismo, del que existe constancia en vasijas que se exhiben en museos de Perú, con imágenes sexuales “mejo- res que las del Kamasutra”. uales que comienzan en el enamoramiento, pasan por el rapto, la petición de mano, la designación de varios padrinos y la construcción colectiva de la casa, todo con la co- munidad que, no sólo vigila las ceremonias de las parejas, sino que participa de forma activa en sus vidas. | Pinto señala que la vida amorosa de los aimaras se enreda en tal complejidad de ceremonias que es rarísimo que las uniones se disuelvan con un divorcio. Suelen ser inquebrantables. “Casarse en el mundo aimara es la cosa más complicada de este mundo. Después de tanto problema para casarse, yo.creo que uno ya no se divorcia”, apunta el in- vestigador. Por ejemplo, cuando los jóvenes se enamoran usan pequeños espejos para provocar destellos en el rostro de las chicas y, si hay simpatía, les roban alguna prenda para provocar un encuentro de devolución, y si no hay ninguna oposición, se procede con un rapto consentido. Los padres reaccionan con castigos para los “pecadores”, pero a la vez con resignación y felicidad, porque en el mundo aimara “no eres persona si no tienes pareja. Nada puede ser impar”, apunta Pinto, citando el principio de complementariedad andina. El erotismo perdido Sus investigaciones también establecieron la evolución del concepto del amor entre los aimaras, cuyo origen está en la palabra “waylluña”, que significa “enredarse”, que desapareció del vocabulario actual con ese sentido, aunque hoy se evoca Además, según Pinto, durante la colonia se relacionó el concepto del amor con el corazón, cuando en etnias como la aimara estaba relacionado a los pulmones. Además, entre los aimaras se dejó de usar waylluña y “enredarse” para usar “muñana”, igual a “querer”. El investigador estableció también que los aimaras dan más importancia al “compromiso” al comenzar su relación y ponen en un segundo lugar, muy por debajo, la “intimidad”, y relegan la “pasión” a un tercer puesto. “Los niveles de pasión, tanto romántica como erótica, eran muy mínimos. En los varones es un poco más que en las mujeres, pero tampoco de manera significativa”, - afirma el psicólogo, que re- alizó encuestas con jóvenes almaras. “El amor aimara es- taría desprovisto de pasión. El amor aimara es una condición social, no es una cuestión personal”, enfatizó. Matrimonio a prueba Es otra diferencia con los romances en los jóvenes de la ciudad de La Paz, en los que la “pasión” es preponderante y el “compromiso” está en crisis. A los aimaras, según Ostermann, tampoco les preocupa si la mujer con la que se casan es virgen, pero sí que pueda dar descendencia, al tiempo que la comunidad es severa si los hombres tienen hijos con una mujer que no sea su esposa. La influencia de la comunidad en la vida personal de los aimaras llega al punto de que les impone la pareja, lo cual ha provocado casos de depresión entre aimaras de edad madura. A la disminución de la pasión, por la poca estimulación del cuerpo en las rela- ciones afectivas, se añade el vínculo entre sexo y violencia que, si bien es universal, en el caso aimara da lugar a lo que algún autor llamó “amor a piedra”. Una forma de esa violencia, según Pinto, es la forma de concubinato llamada “sirvinakuy” entre los aimaras, que consiste en que la mujer tiene que “servir a la familia del hombre en las peores condiciones, en una postura excesivamente machista”. Esta práctica suele llamarse “matrimonio a prue- * ba”, aunque para Pinto esa denominación tergiversa la subyugación de la mujer. Se mantiene en las comunidades indigenas antes de los rituales que formalizan las uniones. | “Si bien hay cosas hermosas, notables, en el mundo aimara, existe este lado oscu- “ro del machismo, la violencia hacia la mujer”, apunta. FOTOS POR MARTÍN ALIPAZ | £FE Foto principal » Una joven pareja aimara posa durante su matrimonio. Columna izquierda » Arriba: Una pareja aimara celebra su matrimonio ataviados con sus ropas típicas. Abajo: Pareja aimara posa durante su matrimonio. Columna derecha » Arriba: Una pareja aimara camina por la ciudad de La Paz, Bolivia. Abajo: Las mujeres aimaras, llamadas cholitas, lucen sus ropas típicas durante la fiesta del | | Gran Poder en la ciudad de La Paz. Centro » Pareja aimara posa durante su matrimonio. |