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Show "Ur OO alt LATINO ,d ity. '.tab LA PAGINA LITERARIA ; l c i 0 more ci e 1 9? & mostrar su desprecio con piedra y argamasa,y anadieron Y asi, enesta muda y algunos oalmos mas a la pared. manifestacion de odio,la pared fue suoiendo y despues no se Ya no se veian las ventanas; poco vsisn los tejados; las pobres aves del corral estrer'ieci a Este cuento pertenece al notable escritor re-peti- da su-bien- do. anse en la lugubre sombra de aquel paredon que les ocul-tab- a parte del cielo, y sus cacareos sonaban tristes y monumento de oaio que parecia apagados atrave's del muro, amasado con los huesos y la sangre de las vfctimas. Asi paso7 el tiempo para las dos familias, sin agre -dirse como en otra e'poca, pero sin aproximarse; inmovi -- espanol Vicente Blasco Ibanez, quien nacio en Valencia en 1867 y fallecic? en 1928. De entre sus obras mas notables po en su odio. Una tarde sonaron a rebato las campanas del pueblo, ardia la casa del tio Rabosa. Los nietos estaban en la huerta; la mujer de uno de estos en el lavadero y por las rendijas, puertas y ventanas, salia un humo denso de paja quemada. Dentro, en aquel infierno que rugia buscan-d- o expansion, estaba el abuelo, el pobre tio Rabosa," en su sillon. La nieta se mesaba los cabellos,acu -- les destacar: La Barraca- - 1901- - La Catedral- - Los cua tro jinetes del Apocalipsis- - Los muertos mandan- - etc. Fue Blasco Ibanez uno de los principales represen tantes de la novela actual. - demos cristalizadas y in-m&- Siempre que con los hijos de huerta, o en las comen taba los nietos del tio Rabosa se encontraban autora de todo por su descuido; la gente en la calle, asustada por la fuerza del Algunos, mas valientes, abrieron la puerta, pero fue7 para retroceder ante la bocanada de denso humo car pogada de chispastque se esparcio por la calle. (El El abuelo bre abuelo gritaba la de los Rabosas, la viuda de Casporra en las sendas de la vecindario calles de Campanar, todo el f el suceso. 1 Se habian miradol i Se sandose insultaban de las ofensas. Treinta anos que los odios de los Rabosas y traian alborotado a Campanar. Casi en las puertas de Valencia, en el risueno pueblecito que desde la orilla del rio miraba la ciudad con los redondos ventanales de su udo a-g- campanario, repetian aquellos barbaros con un rencor africano, la historia de luchas y violencias de las gran-dfamilias italianas de la Edad Media. Habian sido gran-damigos en otro tiempo; sus casas, aunque situadas en distintas calles, lindaban por los corrales, separadas es es que en la familia no quedaban hombres, consi-guio- ", despuds de un mes de acecho, colocarle una entre las dijera cejas del matador. entonces, las dos familias vivie-ro- n para exterminarse, pensando mas en aprovechar los del vecino que en el cultivo de las tierras. Desde os des-cuid- Esco-.petaz- os la calle; tiros que al anochecer desde el fondo de una acequia, o tras los ribazos, cuando el odiado enemigo regresaba del en medio de aban ca-non- o es campo; alguna vez un Rabosa o un Casporra camino del con una onza de plomo dentro del pellejo,y la sed de venganza sin extinguirse con las nuevas generaciones, pues pareca que en las dos casas los chiquitines salian vientre de sus madres, teniendo en las manos a la escopeta para matar a los vecinos. Despues de treinta de lucha, en casa de los Casporras solo quedaban una viuda con tres hijos mocetones que parecian torres de En la otra estaba el tio Rabosa, con sus ochenta inmovil en un sillon de esparto, con las piernas ya muertas por la paralisis, como un arrugado ldolo de ven ganza, ante el cual juraban sus nietos, defender el pres-tig- io de la familia. Pero los tiempos eran otros. Ya no ra posible ir a tiros como sus padres en plena plaza a la salida de la misa mayor. La Guardia Civil no les perdia de vista; los vecinos les vigilaban, y bastaba que alguno de ellos se detuviera algunos minutos en alguna senda o en esquina, para verse al momento rodeado de gente que le aconsejaba la paz. Cansados de esta vigilancia que degene-rab- a en persecucion y se interponia en ellos como infran -queble obstaculo, Casporras y Rabosas acabaron por no buscarse, y hasta se huian cuando la casualidad les ponia ce-ment- ya-de- erio l a-n- os mus-cul- os. a-n- f rente a os, le-vanta- la pared de una vara. Los esparto. Abandonaron al viejo sin mirarle siquiera, y vezadentro. -- ( No, no - gritaba la gente. Pero ellos sonrefan siguiendo adelante. Iban a sal- var algo de los intereses de sus enemigos. Si los nietos del tio Rabosa estuvieran alii, ni se habnan movido e llos de casa. Pero solo se trataba de un pobre viejo, al que debian de corazdn. como hombres protejer les veia tan pronto en la calle Y dentro de in buceando en el humo, sacudiendose las chi spas como quietos demonios, arrojando muebles y sacos para volver a meterse entre las llamas. Lanzo' un grito la multitud al ver a los dos her manos mayores sacando al como menor en caer, le habia roto una pierna. -- brazos. La Ra ban ran -i -- I -- bosa de su sillon de esparto para sentar al herido. El muchacho con el pelo y la cara ahumada sonreia, ocultando los agudos dolores que le hacian fruncir los labios. Sintio7 que unas manos tremulas, a'speraSjCon las escamas de la vejez, oprimian las suyas. - gemfa la voz del tio Ra bosa, quien se arrastraba hacia el. Y antes que el pobre a -- I Fill muchacho meu pudiera ! I Fill meu!- evi.tarloel paralitico manos busco con su bo-c- que tenia y las beso sin numero de veces, banandolas con lagrimas. Ardio toda la casa. Y cuando los albaniles fueron desdentada y profunda, la u-- na 4 al un madero Pronto, una silla I gente, en su prefiipitacion, arranco al viejo ( -- la gente la casa, llamados para construir otra, los nietos del tio Rabosa, no les de jaron empezar por la limpieza del terreno, cubierto de negros escombros. Antes tenian que hacer almas urgente: derribar la pared maldita. Y empuhando el pico, ellos dieron los primeros qolpes. vecinos se apresuraron $ o-- tra un Tal fue su deseo de aislarse y no verse, que le pare-ci- o baja la pared que separaba sus corrales. Las gallinas de unos y de otros, escalando los montones de lena, en lo alto de las bardas. Las mujeres de las dos casas, cambiaban desde las ventanas ,gestos de despre-ci- o. Aquello no podia resistirse ,era como vivir como en hizo que sus hijos familia; la viuda de Casporra volviendo en vano la mirada en busca de algun Salvador. Los asustados vecinos experimentaron el mismo sombro que si hubieran visto el campanario marchando ha -cia ellos. Tres mocetones entraban corriendo en la casa incendiada. Eran los Casporras. Se habian mirado cambian-d- o un guino de inteligencia, y sin mas palabras se arro -jaron como salamandras en el enorme brasero. La multi tud les aplaudio7 al verles reaparecer llevando en alto como a un santo en sus andas, al tio Rabosa en su sillon de e-- f rente. fra-terniza- ! I- por una tapia vieja. Una noche por cuestiones de riego,un Casporra tendio en la huerta de un escopetazo a un hi jo del tio Rabosa, y el hi jo menor de este, para que no se io. ! Z ! Carraspo-rra- s vil como in-cend- con el gesto! Aquello acabaria mal, y el dia menos pensa-d- o el pueblo sufrirla un disgusto. El alcalde con los vecinos predicaban la paz a los mocetones de las dos familias enemigas, y alld iba el cu-r- a, un vejete de Dios, de una casa a otra, .recomendando el olvido 4 WORTANTE no es solo un suplemento in- -f ormativo.Es tambidn un o7rgano cultural y MUNDO LATINO por lo tanto nuestras paginas estan abier-ta-s a todos aquellos que deseen enviar sobre temas e pref erencia.Los tv'a bajos recibidos seran publicados en MUNDO LATINO,mediante previa eleceion y conside rcion de la direccidn. ar-ticul- os i |